Jesús el buen maestro

¡Maestro, Maestro!

Jesús es el maestro por excelencia, si estudiamos la biblia en el nuevo testamento vemos que Jesús desde niño comenzó en el magisterio cuando se quedó en el templo hablándoles a los rabinos o maestros de la palabra de aquellos tiempos bíblicos y sus padres mientras tanto afanosos lo buscaban.

Cuando comenzó su ministerio Jesús tenía muchas cosas que enseñar y lo hacía de buena gana, enseñaba no solo a sus discípulos sino  también a  multitudes que se sentaban a escuchar pacientemente sus sabias enseñanzas.


La enseñanza en aquellos tiempos era muy rudimentaria y carecía de los recursos que tienen los maestros en la actualidad, sin embargo vemos que cada día enseñan poco y utilizan menos recursos de los requeridos para no desgastarse o porque simplemente no hay tiempo para perderlo deteniéndose a enseñar algo extra, aunque se vea que es necesario.

El lado humano de las enseñanzas o mejor la calidad de las buenas enseñanzas que deben acompañar todas las clases se pierde cada día, siendo que se necesitan hoy más que nunca.

El mundo de la pereza, la falta de motivación, los vicios de diferentes clases especialmente las drogas, la violencia intrafamiliar y otros problemas más, están socavando las bases de las familias y por ende a la juventud en todos los estratos sociales.

La falta de valores y la preeminencia económica hace que los maestros no aumenten la calidad de sus enseñanzas y mejore el ambiente en las ciudades, especialmente en los sectores más deprimidos de la sociedad.

Jesús vino a dar vida y vida en abundancia y esa vida en abundancia que él quiere dar a todos, escasea. La razón de esta escasez es la falta de ministerios de poder que sostengan un testimonio y sigan adelante a pesar de las circunstancias que se presenten.

Cuando se habla de un Dios poderoso no se debe hacer mecánicamente, únicamente porque eso es lo que debemos decir para que la gente crea. No es así, porque si se hace sin sentirlo, sin vivir y experimentar las maravillas de ese Dios Glorioso que se predica, nadie cree y lo toma en la misma forma en que se dice, con duda, sin esperanza.

Se debe rechazar la incredulidad, ser buenos maestros a pesar de las circunstancias, enseñar con honestidad y dándole a Dios lo que le pertenece y sin dejar de capacitarse, de aprender cada día algo nuevo, fresco, llenos de renovación cristiana y vivir el día a día de manera que todas aquellas personas que tienen contacto diario vean la Gloria de Dios en toda la vida de un verdadero cristiano nacido de nuevo.

Hay un dicho del mundo que dice: La palabra mueve, pero el ejemplo arrastra. ¿Se puede  presentar ante Dios como obrero aprobado, sin sentirse avergonzado? ¿Se da lo mejor de cada uno cada vez que enseña o se habla con alguna persona a la cual se debe enseñar? O simplemente se hace en forma mecánica, recordando lo aprendido, sin refrescar conocimientos, sin aprender nada nuevo.

¡La juventud necesita profesionales, pero profesionales en la palabra de Dios, en amor, en bendiciones, en una labor bien hecha sin importar el tiempo que se lleva o el dinero que se debe invertir y recuerda el mejor jefe que se puede tener y el que mejor pago da es el que se recibe de Dios Padre, Hijo y Santo Espíritu! 

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