Mendigos Espirituales
Muchas veces
conocemos a Dios, pero no podemos saber con exactitud lo que espera de nosotros
o porque se tarda tanto en dar las bendiciones que nos promete.
Es una
realidad que cuando Dios bendice no hay nada que impida que se cumplan sus
promesas y como dice su palabra la bendición de Dios enriquece y no añade
tristeza con ella.
Cuando a
pesar de tener muchos años de caminar con el Señor no recibimos aquello que
esperamos o las bendiciones escasean, esto quiere decir que nos falta discernimiento
para caminar en fe y ejercer la autoridad que tenemos como hijos de Dios y
posicionados en Cristo Jesús.
Muchas veces
terminamos convertidos en mendigos espirituales y por ende en mendigos
materiales, siempre esperanzados en lo que nos dan los hermanos y las ayudas
que podemos recibir de los pastores y la iglesia.
En tiempos
de capacitación, pruebas y muchas dificultades, no sabemos cómo actuar y nos
sentimos como niños desamparados y podemos tener estas actitudes, pero debemos
crecer en la gracia de Dios e irnos
apropiando de sus promesas y encontrar el camino que él tiene para cada uno de
nosotros.
Dios no es
hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirse y dice que somos cabeza
y no cola, tesoro especial y muchas cosas como que él es el dueño del oro y la
plata y si hemos creído y fortalecemos nuestra fe, caminando con él y a pesar
de las equivocaciones, muchas veces caídas que tenemos, porque se retrocede en
ocasiones y somos débiles, llegara un momento de total equilibrio y paz, de
encontrar soluciones, puertas abiertas para todo lo que emprendamos.
Muchas
personas no cambian su manera de pensar y piensan que la bendición de Dios es
una gran abundancia económica, cuando no
alcanzan los objetivos rápidamente, se desaniman, muchas veces se apartan o tienen un ministerio que crece muy poco y
tienen escasez en varias áreas de su vida.
La bendición
de Dios es espiritual y va unida a lo
material cuando dejamos que Dios nos muestre sus propósitos, sus caminos, que
son individuales para cada persona y perseveramos dejándole lo que le
corresponde a Dios y haciendo la parte que nos corresponde a nosotros.
Salmos 131: 1-3 Jehová, no se ha
envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; Ni anduve en
grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. 2 En verdad que me he
comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un
niño destetado está mi alma. 3 Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora
y para siempre.
Este Salmo nos habla de la seguridad de esperar con
confianza, como la de un niño que quedo satisfecho y sabe que lo volverán a
amamantar sin que tenga que reclamar el alimento. También el salmista expresa
la espera con confianza y tolerándola aunque no llegue enseguida, debido a que tenemos
la alegría de contar con Dios y sus promesas, en silencio, prudentemente.
Debemos desatarnos de toda mendicidad espiritual y
material, madurar a medida que pasa el tiempo y reconocer que si tenemos muchas
o pocas incapacidades esperando en Dios seremos bendecidos no solo
monetariamente, sino riquezas espirituales que valen más que cualquier dinero
que se pueda tener.
Cuando vivimos apegados a lo material, somos
incapaces de ser ministrados por el Espíritu Santo de Dios y ver las
liberaciones y aprendizajes que tenemos en el Señor.
Muchas veces pasan años y todavía muchas personas
están con la esperanza de la bendición que no llega, pero quizás deberías hacerte
algunas preguntas para saber qué esperas tú de Dios.
Preguntarte ¿Estoy cumpliendo las leyes
espirituales de Dios? ¿Tengo constancia en mis disciplinas espirituales y
personales?
Estas disciplinas son las que aprendiste desde un comienzo en el
evangelio. Como son el orar o mantener un devocional diario, congregarte al
menos una vez a la semana, hacer ayunos y en fin todas aquellas cosas que
sabemos que agradan a Dios y que nos mantienen firmes, apartados del pecado,
como buenos soldados en guerra de Jesús.
Dios te bendiga
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