Tu
camino y el mío
Los
hijos son para algunas madres las personas más importantes en su vida, esto es
bueno cuando se conservan parámetros emocionales sanos.
Mirando
un programa de televisión en donde un psicólogo explicaba las relaciones
distorsionadas que terminan teniendo las madres con los hijos adultos. Decía
este hombre que muchas veces los hijos eran los maridos jóvenes de sus madres
sin incluir las relaciones sexuales lógicamente y que muchas madres terminaban
siendo la extensión de la vida de sus hijos.
Otras
madres pueden llegar a ser obsesivas con ellos, vivir en una constante obsesión
de sobreprotección y ayuda, vuelven dependientes económicos y emocionales a sus
hijos, ellas tienen el control de su vida y su autoestima por medio de la economía.
No se crían a los hijos para que le sirvan a los padres, para recuperar lo que
se invirtió en ellos, para no estar solos en la vejez, pero que bendición contar
con ellos siempre.
Todas
las personas tienen fallas, no son perfectas, no hay nadie en el mundo
perfecto, todos deben aprender un camino de búsqueda constante de aprendizaje,
ser mejores cada día y entender que los hijos necesitan libertad.
Para
ellos obtener una libertad bien manejada, que puedan defenderse y aprender a
sobrevivir por sus propios medios, necesitan capacitación. La capacitación de
los hijos se da durante los años de crecimiento, enseñanzas que perduran toda
una vida y de las cuales ellos puedan sacar motivaciones en el momento de la
necesidad.
No
se puede pretender tener hijos perfectos, los hijos son como los padres en el
momento en que fueron hijos, no se debe olvidar como fue la niñez y la adolescencia propia especialmente,
para comprender la etapa de crecimiento de los hijos.
La
juventud es una época de aprendizaje, es adquirir experiencia y conocimiento,
un tiempo de equivocaciones para poder levantase y comenzar a caminar con mayor
seguridad en la vida.
Cuando
se cumple con un deber, se debe sentir la satisfacción de haber cumplido ese
deber de la mejor manera posible, dar libertad para que los hijos se
desarrollen libremente, si quieren estar cerca de los padres mucho mejor, si
quieren experimentar nuevos horizontes en otro lugar que bien; tienen un deseo
de volar y aprender a sobrevivir en el mundo conociendo la vida desde su propio
punto de vista.
Los
hijos deben tener su propio camino, los padres deben involucrarse en la medida
que no estorben y tener vida propia para no ser una carga que ellos tengan que
llevar con resentimiento y amargura.
Esto
no quiere decir que en la necesidad, en la falta de salud, ellos no van a estar
presentes, cuando hay una necesidad económica ellos deben ser los
representantes de los padres, en la medida que sus recursos lo permitan deben
ayudar, acompañar y mucho más.
Los
padres deben ser previsivos y saber que la vida es larga y hay que hacer
provisión para los años malos, procurar hacer ahorros, una pensión, un medio de
vida para esos últimos años.
Pero
primordialmente saber que cuando hemos arado y sembrado en buena tierra, vamos
a cosechar con abundancia especialmente de amor. Los hijos deben ser esa buena
tierra en la que con muchos cuidados y enseñanzas se siembre para toda la vida
y la eternidad.
Hay
un verso bíblico muy conocido en Proverbios 22:6 que dice: Instruye al niño en
su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartara de él. Cuando
instruimos a nuestros hijos en la palabra de Dios, siempre va a tener un
recurso positivo, real, maravilloso y bueno para salir adelante en los avatares
de la vida, en las pruebas y dificultades, en la abundancia y especialmente en
la alegría.
Los
hijos cumplen un propósito en la vida de los padres y en la
creación, son la prolongación de la vida sobre la tierra, por tanto que bueno
es que los hijos sean personas de bien, con valores e instruidos en la palabra
de Dios y sus caminos. Esa palabra será rema y quedara sembrada en sus
corazones por siempre, aunque se desvíen del camino llega el momento en que
esas enseñanzas infantiles, esos valores, ese tesón de los padres para
instruirlos sale a flote y da fruto al ciento por uno.
Dios te bendiga
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