La satisfacción del deber cumplido
Lucas
22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. 43 Y
se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
Muchas veces
al terminar una labor y dependiendo de lo ardua, del tiempo que se ha llevado
realizarla y también del anhelo y alegría que hemos tenido al querer hacerla,
nos vamos a sentir muy pero que muy satisfechos de haberla terminado.
Mucho más
cuando lo que hacemos tiene un pago material.
Debido a que todas las personas siempre tienen la necesidad de adquirir
toda clase de cosas. Algunos menos otros más.
Pero qué
bueno es saber que nos merecemos aquello que nos hemos ganado con nuestro
propio trabajo y que está bien retribuido. Por eso es importante que las
personas trabajen en aquellas cosas que les agradan, los apasionan o simplemente
siempre han querido hacer.
Cuando Jesús
estaba en la tierra, predicando y enseñando, en muchas ocasiones debió sentir frustración,
tristeza, desanimo, agotamiento y muchas cosas más. Porque era Dios, pero estaba
en un cuerpo de carne como todos nosotros y aun su situación seguramente era más
agobiante si nos vamos al contexto de esa época, en la que él estuvo en la
tierra.
Hoy en día
tenemos tantas y tantas comodidades, que muchas veces nos molesta que sucedan
algunas cosas que no podemos controlar. Es tan fácil todo para muchas personas,
que aun aquellas que están en pobreza, se sienten con derecho a exigir lo
mejor, porque si no no aceptan la ayuda que se les brinda y se van a otro lado
a que les den algo mejor.
Y así vemos como
el mundo ha cambiado de tal forma, que no se necesita salir a hacer muchas
cosas que en el pasado, ni siquiera soñábamos que podían existir.
“Mis
recuerdos de cuando era una adolescente y queríamos hablar por teléfono a
escondidas de mi mamá. Teníamos que salir y caminar como unas diez cuadras para
llegar el único teléfono público que se conseguía y lo hacíamos con gusto,
porque en realidad no había mucho que hacer y la distracción era salir a
caminar y hacer cualquier mandado que nos diera libertad”.
Hoy en día
no tengo necesidad de moverme para hablar con las personas al otro lado del
mundo y no solamente tengo un teléfono fijo, sino un móvil, el ordenador que también
me sirve para comunicarme por varios programas. No los utilizo con la
frecuencia con que los utilizaría seguramente si fuera una jovencita, pero me
doy cuenta de la utilidad e inutilidad que tiene esta cantidad de tecnología para
comunicarme con Dios. En solo unas cuantas décadas las comunicaciones cambiaron totalmente el mundo actual.
No necesito
nada de eso para hablar con Dios para darle gracias y así como dijo Jesús en
esos instantes de angustia decirle: “Padre si es tu voluntad que pase de mi
esta copa tan amarga y como dijo un día hace más de dos mil años tu hijo
Jesucristo, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Porque en la
vida hay copas amargas que debemos pasar, es necesario pasar por ahí, pero también
necesitamos esos ángeles que Dios manda para fortalecernos. Y que el mismo Dios nos cuide y nos ayude en
las aflicciones.
Por eso
debemos cumplir con nuestro deber de cristianos, debemos cumplir con lo que Dios
demanda de nosotros.
¿Puedes
preguntarte cuantas veces le has pedido a Dios que te ayude a pasar por las
dificultades? ¿Cuántas veces le has pedido en las urgencias, en las necesidades
que se te presentan en tu día a día?
Pero también
debes saber si sientes la satisfacción del deber cumplido en lo que él demanda.
Dios no trabaja para el enemigo, Dios no nos da salud para el pecado, Dios no da
prosperidad para usarla en lo que no aprovecha. Dios quiere que seamos santos,
que sigamos un camino de luz y bendición.
Fortalécete
en su palabra, en la oración, en la asistencia a la congregación, en la Santa
Cena, en bendecir su obra y en todas esas cosas que Dios dice que debemos
buscar primeramente, para el darnos las añadiduras que tanto anhelamos.
Dios te bendiga
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