El
amor de Dios y el amor del hombre
La
biblia nos habla de un Dios de amor, pero la mayoría de las personas disienten
al pensar en el hambre, las guerras, los problemas, las enfermedades y todos
los males que nos aquejan de una manera u otra.
En 1 de Corintios 13 la Biblia nos
habla de cómo debe ser el amor y su cualidades que dicen que El
amor es sufrido, es benigno; no tiene envidia, no es jactancioso, no se
envanece; no hace nada indebido, no busca lo
suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza
de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo
lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Es muy difícil aceptar que hay esta
clase de amor y de hecho las personas estamos demasiado llenas de cosas malas,
que aplicándolo vendría a ser lo contrario a estas palabras.
Se escribe tanto sobre el amor
materialista hacia otra persona, lo elevamos haciéndolo parecer algo único,
cuando en realidad estamos usando esta palabra para cosas como manipulaciones,
mentiras, engaños, sexo y muchas cosas más que invaden día a día la vida de
todo el mundo gracias a factores como la televisión, el mismo internet, la música,
la ropa y muchas cosas más.
El amor de Dios es real y se manifiestaen toda su creación, la causa de las injusticias, las enfermedades y muertes tienen
explicación y razones humanas.
Para tener amor en los corazones, para
alcanzar las bendiciones de Dios, para servir a la humanidad de forma sincera,
viviendo un evangelio nuevo cada día; debemos buscar la presencia de Dios y
llenarnos de su Santo Espíritu para que obre en cada vida y las manifestaciones
de su amor sean visibles en sus hijos.
Primeramente debemos amar a la familia
en la carne que Dios nos ha dado. Como vamos a amar a los hijos de nuestros
hermanos en Cristo, si no somos capaces de amar en la forma debida a los
nuestros y los de nuestros familiares cercanos.
¿Cómo arreglaremos las casas ajenas,
teniendo en desorden nuestras propias casas? ¿Cómo vamos a aconsejar a las
personas que tienen necesidades espirituales de
carencias de afecto y problemas morales, si no superamos los propios?
Todas estas preguntas y muchas más
debemos hacerlas a nosotros mismos antes de tratar de ayudar a las vidas ajenas
y hablar del amor de Dios.
Porque somos testimonio, testificamos
de Dios y su amado hijo Jesucristo con nuestras vidas, con nuestras aptitudes y
amor familiar.
Superar los problemas familiares y
emocionales requiere tiempo y una calidad de vida que ayude a mantener
primeramente los lazos familiares existentes y a superar el rechazo y muchas
otras cosas que se dan con la baja autoestima de problemas que no se han podido
superar, porque no los enfrentamos y obtenemos la debida sanidad.
La iglesia, el pueblo de Dios tiene
deberes espirituales y de servicio para las almas, pero no provocando
divisiones y acogiendo a las personas solas para el servicio de Dios.
Debe procurar la restauración y unidad familiar, antes que
la separación. Dios tuvo un propósito al darnos una familia y ese propósito se
debe cumplir, porque en el Salmo 139: 15-16 dice: No fue encubierto de ti mi
cuerpo, bien que en oculto
fui formado, y entretejido en lo más profundo de la
tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas
cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.
Esto quiere decir que Dios ya nos había visto en el vientre
de nuestra madre, y sabía en qué hogar naceríamos y quienes serían las personas
que estarían a cargo nuestro.
Nadie nace solo y aquellos que son rechazados por sus
padres, encuentran algún lugar en la sociedad, así no sea el mejor o más
conveniente.
Por eso la Iglesia debe unirse al estado en lo que tiene que
ver con la familia y tenerla como una prioridad en sus enseñanzas y
colaboración para trabajar en la unidad de ellas.
Uniendo criterios y luchando por la niñez y sus fundamentos,
para que la voluntad de Dios en los hombres que han de ser salvos pueda
cumplirse y Dios bendiga a su pueblo fortaleciéndolo y dándole lo necesario
para esa labor.
Busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia y él
nos da las añadiduras que tanto anhelamos para nosotros mismos.