La verdadera bendición
de Dios
Si te preguntan
¿Cuál es la verdadera bendición de Dios?
¿Qué responderías? Te has detenido a
pensar cual es la verdadera bendición de Dios para ti, para tu vida espiritual
y material.
Si te hacen
esa pregunta, la respuesta correcta es decir: La verdadera bendición de Dios es
la que él tiene para mí, no la de mi hermano en Cristo, ni ninguna otra.
Parece algo
sencillo dar esa respuesta, pero en realidad no es tan sencillo y fácil pensar,
sentir y actuar de esa forma.
Porque
nuestra carne, nuestra estructura interna humana pecaminosa siempre nos está
llevando a competir, especialmente el sexo masculino. Siempre queremos llevar
la delantera, ser mejores que…, tener lo que tiene…, y así si no dejamos que
Dios llene nuestras carencias, trabaje en nuestras incapacidades, moldee
nuestros deseos y anhelos, siempre vamos a querer aquello que muchas veces no
es para nosotros.
Hay un dicho
mundano que dice que el pasto del campo de enfrente es más verde que el propio
y quizás esto se aplica a nosotros en la forma en que queremos aventajar a los demás.
Todos
predican de humildad, la biblia nos habla de que Jesús fue manso y humilde, y
todas esas hermosas cualidades que lo acompañaban y que queremos de dientes
hacia afuera para nosotros.
La biblia
dice que Dios ama al humilde más mira al altivo de lejos y todos conocemos
tantas cosas sobre la altivez para Dios, como paso cuando Satanás que por su
altivez y orgullo quiso ser como Dios y fue arrojado del cielo.
Quizás debemos
reflexionar si queremos parecernos a lo que Dios quiere y espera de nosotros o
a Satanás que vive para hacernos pecar y llenarnos de orgullo y altivez y
perder la verdadera bendición de Dios que es la que enriquece y no añade
tristeza con ella.
Cuando nos
sometemos a Dios y resistimos al diablo, el huye y lo más hermoso es que
nuestra comunión con Dios no se interrumpe, descansamos en él, confiamos en él
y nuestra fe se fortalece.
Cuantos
ministerios que no prosperan y son de Dios, cuantos cristianos llenos de fervor
y amor a Dios terminan apartándose porque somos tropiezo para ellos y sus
ministerios. Y no debemos excusarnos en el enemigo, sino más bien debemos detenernos
a reflexionar si por nuestra carne, por nuestra vanagloria humana, por nuestra
altivez, por creernos mejor que los demás o más espirituales y sabios estamos haciendo
labor con el enemigo y sin reflexionar estamos siguiendo un camino ancho, que
no le pertenece a Dios.
Es muy difícil
perdonar, pero hay algo que es aún más difícil y es pedir perdón.
Si no
perdonamos, si no pedimos perdón cuando debemos para ser restaurados y entrar
confiadamente a la congregación de los justos, cumplir con nuestros deberes
cristianos, no vemos la verdadera bendición de Dios.
Debemos
aprender a renunciar, a ser humildes, a esperar confiadamente en Dios para que
el abra puertas de sanidad y bendición. “Venid
benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación
del mundo” dice en Mateo 25:34.
Dios te
bendiga
No hay comentarios:
Publicar un comentario