Hermanos en Cristo

Escuchar la voz de Dios para ser bendecidos

Debemos estar atentos a la voz de Dios para ser bendecidos y para bendecir al mismo tiempo, porque la palabra de Dios dice que bendito el que bendice.

“Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía…Es como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí mandó el Señor la bendición, la vida para siempre” (Sal. 133:1, 3)

Este versículo bíblico lo escuchamos incansablemente en nuestra vida cristiana, especialmente en la época de la infancia y adolescencia de escuelas dominicales. Pero no es tan importante escucharle, leerlo y aprenderlo si no se pone en practica esta palabra, comprendiendo el sentido completo que le dio el salmista al inspirarse para escribirlo.

El rey David fue en rey que se diría en este tiempo controversial, se vio confrontando en diferentes etapas de su vida a los celos, calumnias,  la envidia, rivalidad con su propio hijo y muchas personas más, antes y durante su reinado.

Descubrió las más bajas pasiones en el ser humano y padeció por ellas en carne propia, especialmente bajo el reinado del rey Saúl.

Pero también descubrió que cuando el pueblo de Dios esta unido y en armonía, es de grande bendición. La descripción que hace el rey David en este salmo de la bendición eterna del Dios de los cielos cuando estamos juntos en armonía, declara lo bueno y agradable que es esta unidad, haciendo toda una comparación sobre este tema.

El habla no solo de la hermandad de la carne; por ser hijos de los mismos padres, sino de los hermanos en la fe; los cristianos, aquellos que unidos en el amor de Cristo, estamos fundamentados en la Biblia que es su palabra.

Es difícil controlar muchas veces las palabras duras, palabras que derraman veneno de resentimientos y rencores ocultos en los corazones, y que muchas veces no tienen un fundamento lógico de la realidad que se vive.

El mejor escucha para todo lo que hay en los corazones es Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuando le hablamos a los demás no somos liberados y estamos dañando los corazones de las personas que escuchan esas palabras de odio y resentimiento que salen de la boca, como espadas o cuchillos filosos, enterrándose en los corazones y ensuciando todo lo que alcanza.

Para obtener liberación, sanidad, perdón y claridad, se debe llegar confiadamente al trono de la gracia de Dios y contarle a él, lo que hay en el corazón; así tal cual se lo contamos a una persona que tenemos al frente escuchándonos.

El es el mejor juez y escucha, su justicia es eterna y permanece para siempre.
El da la mejor respuesta; así como la parábola de la viuda ante el juez injusto y dijo que no le temía ni a Dios ni al hombre, pero para quitarse esa molestia le hizo justicia, cuanta más no hará Dios siendo que él es justo.

El apóstol Pablo nos exhorta, diciendo que con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2)

Y esto se puede lograr porque Dios le ha dado a la Iglesia dones y talentos. Diciendo “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13), esta es la meta, la unidad, la armonía que produce fe en Dios y en su deidad eterna.

Por eso en el día de hoy bendice, no dejes que usen tus oídos como caneca para las basuras que hay en el corazón de otros.

Cuenta una mujer que había una vecina, con la cual se encontraba casi todos los días. Dicha vecina le contaba las últimas cosas que acontecían en el barrio, un día la mujer se sintió redargüida por el Espíritu Santo de Dios y en su sentir sintió rechazo por todos esos chismes y comentarios maliciosos de la vecina.

A partir de ese momento la saludaba y no se detenía para hablar con ella; la vecina se dio cuenta y más nunca volvió a tratar de contar nada más de nadie.


Dios te bendiga


Jadeen

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