El perdón y la
reconciliación
Perdonar no
necesariamente es reconciliarse con los que se perdona. El cristiano debe y
puede perdonar todas las ofensas que recibe, la mayoría de las veces el
conflicto continua y hay una necesidad profunda de seguir acudiendo a Dios para
resolver las diferencias.
La Biblia nos habla
de nuestros enemigos, da pautas para llevar las diferentes situaciones que se
presentan de una manera sana bíblicamente hablando y también nos habla de que
lleguemos a un acuerdo con nuestros enemigos, no sea qué llevándonos delante del
juez seamos avergonzados. Esto implica que el cristiano también puede y debe
llevar a una persona ante el juez en el caso que lo requiera.
La autoridad
representada no solo en padres, sino también en maestros es vulnerada
constantemente, muchas veces no es la autoridad de los padres por los hijos,
sino una mescolanza de familia que toma el derecho y agrede a los miembros
familiares menos favorecidos.
En la iglesia
también sucede que los pastores o ministros que la dirigen, se encuentran
impedidos para ayudar a las ovejas a dirimir sus diferencias y reconciliarse,
debido a que hay algo llamado ética eclesial podíamos decir y es lo que en otras
denominaciones se llama secreto de confesión. Teniendo la autoridad moral y
espiritual casi siempre para dar un buen consejo y ayudar a levantar al caído.
Perdonar no es una
opción, perdonar es un deber de todo cristiano que como tal se llame cristiano.
Perdonar significa limpiar nuestra mente y corazón de todo rencor y mal deseo
que tengamos en contra de los que nos ofenden con o sin razón.
Perdonar no es ser
permisivos. Dios no es un Dios permisivo. Nosotros los hombres somos los
permisivos.
"Sucedió un día
que una madre castigo a su hijo quitándole un privilegio, en último momento lo
perdono y le devolvió el privilegio. La tía se molestó mucho con la señora,
aunque no lo dijo pensaba que era demasiado permisiva. Al pasar de los años, la joven tía tuvo sus
hijos propios, siempre se acordaba de aquella ocasión en que la hermana perdono
a su hijo y fue una ayuda para tener una medida equivalente en la disciplina
que aplicaba a sus propios hijos".
Esto nos enseña que
hay ocasiones en que podemos y debemos perdonar para enseñar a nuestros hijos y
a las demás personas la misericordia de Dios más, no la permisividad.
Si nos remitimos a
la Biblia vemos que Dios siempre dio tiempo para arrepentirse a sus hijos. En
el caso de Caín le advirtió, sin impedir que tomara su propia decisión. En el
caso de Jacob, pago un precio alto y a pesar de sus errores, le dio muchísimo tiempo
para que aprendiera a ser su hijo. (En este caso vemos que la permisividad de
la madre y del padre por cada uno de los hijos que tenían impidió una buena
hermandad entre ellos).
Si seguimos con el
rey David veremos que Dios lo perdono a medias en diferentes ocasiones, a
medias porque tuvo que pagar el precio de su pecado. Esto es una ilustración que desmenuzándola
podemos sacar muchas y maravillosas enseñanzas para aplicarla en la realidad
actual y personal de cada uno.
Los cristianos
tenemos la costumbre de asignar los papeles de los héroes bíblicos sin tener en
cuenta la literalidad, o el espíritu literal de la letra. En el caso de Jacob,
le podíamos asignar el papel de Lea a una esposa resignada y el de Raquel a la
mujer extraña. Pero la viabilidad de la multifacética palabra de Dios nos
enseña que Lea puede ser una esposa, una madre o suegra, una hija, una hermana,
etc. Porque en lo que debemos fijarnos es en la personalidad y la situación
parecida a la de Lea más no es Lea la de la Biblia.
Perdonar es
reconciliarnos con Dios, es reconsiderar y dar tiempo, más no ser permisivos.
Cuando somos permisivos estamos dando pie a que la obra de Dios se pierda, que
las almas no crean verdaderamente en la salvación.
Hay una medida en
cada persona para el perdón, para la reconciliación, para muchas cosas. Pero
nunca hay una medida específica para la solución de los conflictos de toda
índole. Pero lo más triste es cuando como personas llenas de valores, de
consideraciones, retenemos el perdón para bendecir al que no se lo merece y maldecir al que no se lo merece.
Somos hechos a imagen y semejanza de Dios, imagen quiere decir que nos reflejamos en Dios, pero la semejanza es la que nos reconcilia en la tierra. Cuando decimos que somos semejanza de Dios estamos mostrando al verdadero Dios, es cuando se cumple la palabra que dice que el Espíritu Santo da testimonio de nosotros, en nosotros.
Como cristianos estamos llenos de luchas, de esfuerzos, también de llenura y alegría. Debemos usar como arma la palabra de Dios en guerra espiritual, aun con nosotros mismos para poder tener una vida de rectitud y estar reconciliados. La palabra de Dios es personal, propia, única para cada uno. Podemos usarla en nuestras vidas, enseñarsela a nuestros hijos, a los que libremente nos quieren escuchar, para rechazar las maquinaciones del diablo, pero nunca para contiendas y vanagloria humana.
En Mateo 4:35 dice: El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasaran.
En todo tiempo leamos y aprendamos de su palabra y recordemos que la Biblia fue escrita para enseñarnos quien es Dios y su maravillosa palabra y es la que nos enseña.
Dios te bendiga
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