Raíces de amargura y el cristiano

Amargura de corazón

Primero que todo la amargura es un sentimiento negativo, en el sentido de que no es sano y perjudica emocionalmente a la persona que padece alguna clase de amargura. Hay amarguras que tienen diferentes razones o causas para que existan en el corazón del hombre.

La definición de amargura nos ayuda a concluir que es un sentimiento que produce un dolor profundo como si nos hubieran herido con un cuchillo muy afilado, punzón o con un aguijón fuertemente, que nos destempla y lo sentimos en todo el cuerpo.

La amargura en ocasiones es rápida y certera, también va entrando en los corazones y formando una fuerte raíz a medida que se reciben ofensas y otras clases de sufrimientos como maltrato, rechazo y mucho más, generalmente de forma injusta.

Cuando nos ofenden siendo cristianos o no, sentimos que la culpa le corresponde a la persona que nos ofende y nos sentimos libres para sentirnos llenos de ira e ir rebosando amargura.

Hoy quiero hablarte de otra clase de amargura y es la amargura que produce no tener aquello que deseamos. En cada persona hay muchas veces amargura que proviene de no haber nacido con los padres que querían, no haber tenido la vida que desean o la capacidad económica para estudiar la carrera que aspiraban, no haber obtenido la relación amorosa que anhelaban, prosperar en lo que les gustaba y asi un sin fin de deseos frustrados y una vida que no es la que se desea.

Si alguna persona nos hace ver nuestra mala actitud, nuestro pecado, seguramente nos molestamos y quizás hasta no lo reconozcamos, siendo ásperos con la persona que nos quiere hacer recapacitar. Muchas veces la amargura de corazón nos acompaña durante tanto tiempo que ni siquiera sabemos que estamos amargados.

Efesios 4:30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. 
4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 
4:32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.


No debemos contristar al Espíritu Santo de Dios, negando a nuestro entendimiento a que reconozca las raíces de amargura que tenemos. Impidiendo la labor de Dios en nuestras vidas; así como Dios endulzó las aguas amargas de Mara, cuando los israelitas no tenían donde beber porque eran aguas amargas, nosotros debemos permitir que endulce nuestra alma y la libere de toda falta de perdón que es una de las motivaciones por las cuales la amargura se enraiza en el corazón del hombre.

Debemos perdonar, pero más que perdonar, razonar para entender que tenemos la gracia divina y que somos más que vencedores por medio de nuestro señor Jesucristo y como dice en Filipenses 3:13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante.

La visión espiritual y material se pierde cuando se tiene amargura, no hay un espíritu esperanzado y la condición de la persona amargada no es la mejor. Las decisiones y todo lo que hace una persona llena de amargura están dirigidas por esa amargura. La perspectiva es limitada, no hay libertad para juzgar y todo lo determina según este espíritu.

Generalmente culpamos a Dios por dejar que los impíos prosperen y la envidia puede atenazar el corazón. Job se aborreció el mismo y así puede acontecer con nosotros. Podemos aborrecer el lugar en el que vivimos, las cosas que hacemos y hasta las que tenemos por la gracia de Dios.

La amargura ayuda a que nos imaginemos que las personas están en contra nuestra, a que veamos cosas que en realidad no tienen el sentido que nosotros le damos. También como Coré (Números 16) se rebelo por puros celos, dice la biblia que su corazón estaba lleno de celos amargos y nadie lo notaba, dando lugar al diablo.

La persona amargada esta llena de enfado, se mantiene irritada, exaltada, por cualquier cosa tiene discordias, se deprimen y pueden tener toda clase de enfermedades reales e imaginarias.

Cuando la amargura esta causada por las ofensas de los demás, recordemos que debemos dejar lugar a la ira de Dios, la venganza es de él y únicamente de él. No es facil perdonar, no es fácil sacar las raíces de amargura del corazón, pero con la ayuda de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo podemos hacerlo, dejar de pensar en lo que fue y no llegó a ser por causa de..., lo que sufrimos, lo que nos costó esto o aquello por culpa de...

Abrirse, contar lo sucedido ayuda a solucionar en parte el dolor pasado. No hacerlo a todo aquel que quiera escucharnos, tenemos entrada al lugar santísimo, al mismísimo trono de la gracia para implorar a Dios misericordia, sanidad y todo aquello que necesitamos, que sentimos. Así como lo hacemos con un amigo, contándole nuestras cuitas, asimismo debemos hacerlo con nuestro amado padre celestial contándole lo que nos acontece, el escucha y responde.

"En mi vida ha habido mucha amargura, por diferentes causas y nunca la hubiera reconocido si no hubiera sido por un estudio bíblico en el cual el predicador preguntó: ¿Quiénes de los que están aquí tienen amargura en su corazón?  sin darme cuenta levante la mano y a partir de ese momento me di cuenta de cuánto resentimiento y muchas otras emociones desagradables tenía guardadas en mi corazón, por diferentes hechos acontecidos a lo largo de mi vida."

Cuando nos vengamos de las personas que nos hacen daño de alguna forma, estamos dando un mal pago por lo que nos hacen y cayendo en un desatino tremendo. Si nos vengamos no solamente estamos tomando el lugar de Dios, usando nuestro orgullo, la conciencia se emponzoña y corrompe, llena de veneno a otras personas implicadas y Dios no va a obrar en la persona o personas y mucho menos en nosotros.

La primera y única solución para el verdadero cristiano es descansar en Dios, entregarle todo a él, clamar y  perdonar. El perdón nos ayuda a quitar toda  raíz de amargura que quiera brotar en nuestros corazones. Indudablemente nos duele cuando nos hacen daño de cualquier forma, especialmente cuando estamos descuidados y no esperamos ningún mal de las personas con quienes tratamos a diario.

"No recuerdo exactamente que me dijo una señora amiga un día, la apreciaba mucho y le hice un comentario sobre algo sin ninguna malicia y ella me respondió con grosería y mucha brusquedad. Sentí como una punzada de dolor en el corazón por su mala actitud y realmente me hizo sentir muy mal durante mucho tiempo. Ore mucho por mi y por ella, hasta que el Señor sanó de tal forma mi corazón que ya no recuerdo ni qué fue lo que me dijo."


También podemos acostumbrarnos a hacer alguna clase de dinámica que nos ayuda a entender lo que sentimos y porqué lo sentimos. La empatía juega un papel muy importante a la hora de perdonar y olvidar ofensas.

Es más fácil perdonar cuando amamos mucho a una persona que a otras que no le tenemos el mismo cariño. Eso está en el corazón del hombre, es un mal social la falta de perdón, las naciones están llenas de odios, rencores, guerras, discriminación y toda una serie de enfermedades espirituales que se transforman en agresiones por los prejuicios y falta de perdón.

Aun en las iglesias en ocasiones se siente esa tensión, esa falta de amor y reconciliación, rencores ocultos que dañan la obra de Dios. Debemos huir de esas situaciones y no olvidar que Dios es el único que puede hacernos sentir su gracia sanadora. Encontrar consuelo en él y su palabra es primordial para que sanemos nuestra vida y las de las personas que se contaminaran con nuestra amargura.

Debemos vivir teniendo corazón agradecido con Dios. Disfrutar y deleitarnos con lo que tenemos en el presente, seguir en la lucha para obtener las metas deseadas y posibles, dejar de pensar en lo que queremos y no podemos obtener; bien sea porque no está en los planes de Dios para nosotros o porque no tenemos la capacidad para obtenerlo.

Seguir comprometidos con Dios, sin olvidarlo a él por estar pendientes del ministerio y las cosas personales. Entregarle todas aquellas cosas que nos perturban, decir como dijo un día el rey David a Dios en el Salmo 19:12 ¿Quién podrá entender sus propios errores?Líbrame de los que me son ocultos.

La sabiduría es de Dios, el que escudriña los corazones por medio de su Santo Espíritu es Dios y únicamente el puede ayudarnos a restaurar nuestra vida. Es de sabios que rectifiquemos, librarnos del pecado y de necios negarnos a reconocer nuestros errores.

La liberación de las raíces de amarguras acumuladas en lo más profundo del corazón es algo hermoso, ser libres es una gran bendición. 

Hoy te digo deja esas cosas del pasado atras, perdona, olvida, comienza un nuevo día con la gracia vivificadora de Dios y recuerda lo que dice Hebreos 12:14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario