El pecado y la muerte

Por cuanto todos pecaron...


3:22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 

3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 
3:24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,


Por eso estamos destituidos de la gracia de Dios, por nuestro pecado. El pecado de nuestros primeros padres. Si nos remontamos al pentateuco, específicamente dice en Génesis 3:19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Dios finaliza su justo juicio con Adán y es el mismo juicio para Eva y todos los descendientes de ellos.

Esto quiere decir que todos volveremos al polvo del cual fueron tomados ellos. Y que espiritualmente hablando no hay diferencias para las responsabilidades tanto de hombres como de mujeres.

El bautismo sin el conocimiento de Jesucristo y su plan de salvación no servirá para salvar el alma de nadie. Si no recibimos a Jesucristo como Señor y Salvador personal no seremos salvos. Si no reconocemos nuestra condición de pecadores y reconocemos nuestra necesidad de Dios y la sangre que derramó Jesucristo en la cruz del calvario por todos nosotros para salvación y vida eterna, no alcanzaremos ningún propósito ni cercano y mucho menos final.

Esa es la única puerta, en Juan 14:6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 

Esa es la razón de que conozcamos la palabra de Dios, de que la estudiemos y aprendamos cada día doctrina. El entender la fidelidad de Dios, su amor, sus propósitos, sus caminos y saber que el estará con nosotros todos los días de nuestra vida hasta el fin es lo que debe mover al cristiano.

No importa cuantas obras hagamos, cuanto demos, cuanto sirvamos a Dios, si no dejamos que nuestro corazón sea circuncidado, si no dejamos que Jesús entre y sea nuestro Señor, no podemos alcanzar la salvación. Ese es el único y primer requisito para recibir el regalo de la salvación, cuando conocemos a Jesús y lo aceptamos somos sellados con las arras que es el Espíritu Santo de Dios en el creyente.

Es importante saber que Dios y su santo Espíritu hacen una obra regeneradora en el nuevo creyente, ayudándolo a entender su condición y la necesidad de seguir un camino de santificación, que incluye la sanidad y la santidad sin la cual nadie verá a Dios.

Jesús quiere que lo aceptemos en nuestra vida para sanarnos, para que el gozo de él sea el nuestro, para que tengamos vida y vida en abundancia. Recordemos ese versiculo tan repetitivo cuando somos nuevos creyentes en Apocalipsis 3:20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Jesús es rey, es Dios, la segunda persona de la trinidad, nuestro hermano mayor, intercede por nosotros, no es un mendigo, no viene a rogarnos, mucho menos a sentarse a esperar a que tomemos una decisión. 

Un evangelio bien entendido es aquel que es claro, que nos ayuda a entender nuestras necesidades y falta de capacidades. Nos enseña humildad, pero también autoridad, nos enseña nuestra posición en Cristo. El nos liberta del pecado de muerte, nos libera de las garras del enemigo, de la carne, del mundo y debemos mantenernos alejados de las cosas que pueden hacernos caer nuevamente en ese pecado de muerte del que nos rescato.

¿Tu que lees esta enseñanza sabes que debes aprender los rudimentos de la palabra antes de tomar decisiones que te alejen de Dios? ¿Has estudiado con formalidad la Biblia enseñada por los maestros en la iglesia? ¿Has pensado en integrarte a la escuela bíblica o estudios bíblicos en tu congregación? 

Si no lo has hecho deberías comenzar  para aprender más de Dios y su deidad, su belleza y los propósitos que tiene para tu vida. Propósitos de bien, de bendición y mucho más.

Dios te bendiga



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