Siembra y cosecha

El sembrador y la cosecha

De todos es conocida la parábola del sembrador y las diferentes partes donde cayo la semilla, una parte cayo en el camino,  otra en terreno pedregoso, en medio de cardos y finalmente habla de aquella que cayo en buena tierra. 

Es un tema que sirve para ilustrar muchas cosas, pero lo que voy a explicar tiene que ver con siembra y semillas, pero aquella siembra que hacemos los hombres y en que estamos sembrando y la clase de semilla que se esta sembrando.

Vivimos en un tiempo de inmediatez para todo, las personas enseñan a los hijos a la carrera, los hijos hacen las cosas también corriendo, se espera que todo el mundo camine al ritmo de todo el mundo y las personas quieren obtener las cosas en un momento inmediato, sin pensar en el costo de ello.

Esa carrera que se lleva para ganar dinero, para estar a la moda, para tener el carro y las cosas que se desean, hace que pase el tiempo de un trabajo a otro, de un sueño a otro mas cercano y cuando se viene a ver pasa el tiempo y no se ha hecho nada de provecho.

Ya no queremos ser buenos padres, no queremos ser buenos hermanos y menos tíos  primos o simplemente buenos amigos. No queremos ayudar a nadie, porque es una carga y de nada sirve ayudar a nadie porque pagan mal, es los pensamientos que se tienen para justificar el egoísmo y la falta de valores que se esta dando actualmente.

Sembrar para Dios es sembrar en buena tierra, pero eso tiene un costo espiritual y material que no se quiere pagar. Preferimos pagar el costo del diablo, que es un yugo mas pesado y eterno. Como el que tiene una deuda impagable y nunca va a ser libre de ella, porque esa deuda tiene cárcel y el único que nos puede librar de ella es Jesucristo Hijo. El es la puerta, la única puerta dice el evangelio. Es el camino la verdad y la vida.

No hace muchas décadas la gente tenia unos ideales que involucraban a las personas, sobre todo a las menos favorecidas. Esos ideales ahora son egocéntricos  se centran en una sola persona y todo gira alrededor de esa persona y las ganancias que se obtiene por medio de lo que hace, predica, canta y dice la persona. 

Los dioses de los que se quería librar el evangélico, los cambio por otros llamados Señor dinero y ganancias muchas veces ilícitas. Cubiertas por una honestidad malsana, que esta pervirtiendo el derecho de aquellos que en realidad buscan a Dios y necesitan ser restaurados y quieren una oportunidad de servir a Dios.

Dios quiere que seamos prosperados, pero no esa prosperidad que viene de la nada, de un día para otro, sin saber si trae consigo maldición o esta lavada por la sangre de Cristo.

Hermano es una palabra dura, pero Dios quiere que uno o dos o cinco que la lean sean edificados. De nada sirve que una multitud de personas lean o escuchen lo que se habla si esa palabra va a caer en el camino, en un pedregal o en medio de cardos. La palabra debe caer en buena tierra y ser multiplicada al ciento por uno.

Que esa semilla que se siembra en el corazón del creyente, sea limpia, veraz y sin contaminación de pactos satánicos o cosas contrarias a Dios.

Dios quiere que demos poco o mucho, pero de corazón y en espíritu y en verdad, pero mas que dar económicamente; Dios  espera que sus hijos, que su pueblo de valores, enseñanzas y ayudas no importa que sean tan pequeñas como una bolsa de arroz o un kilo de azúcar, pero que en esa pequeña ofrenda o en eso dos mil pesos o quizás tres euros vaya la bendición verdadera que va a calmar un hambre espiritual y que nos da señal de que Dios existe y se preocupa por la necesidad y el dolor de sus hijos.

La riqueza y la vanagloria, llega el día en que se acaban. Antes de la caída viene la altivez de espíritu dice la palabra de Dios. Y debemos en una humildad de corazón reconocer que no queremos sembrar, ni siquiera en las familias.

Hace falta que los creyentes oren y ayunen para que Dios tenga misericordia y quebrante el yugo que el enemigo ha levantado como un muro en la juventud y en todos aquellos que se niegan a creer en un Dios santo y verdadero que espera que seamos limpios y nuestras vestiduras estén blancas, sin manchas y sin arrugas.

Sembrar tiene un costo, sembrar lleva años muchas veces, sembramos y recogemos la cosecha después de mucho tiempo y muchas veces recogemos de personas en las que no hemos sembrado, pero que Dios toca para bendecirnos, pero no debemos dejar de sembrar.

Sembramos muchas veces en mala tierra porque no nos dejamos guiar del Santo Espíritu de Dios y nos dejamos guiar por vista no por fe. O porque nos dejamos llevar de los prejuicios y los prejuicios son falta de fe, de trato de Dios en nuestra vidas.

Debemos ser tratados, moldeados y aceptar ese trato con amor y esperanza en que Dios la buena obra que comenzó la terminara.

Ya no podemos pensar como antes de conocer al verdadero Dios, no podemos decir las cosas que decíamos.  Debemos perseverar y orar como conviene por las personas que ultrajan, que calumnian, que maldicen. Debemos bendecirlas con nuestras oraciones para que Dios haga su obra en ellas y vengan también a salvación.

Por eso no debemos dejar de alimentarnos con la palabra y saber que la perfección esta en Dios y viene de Dios. Pedirle que nos ayude y se perfeccióne en nuestras debilidades y nos perdone.

Sembrar en buena tierra es creerle a Dios.

Dios te bendiga.





  



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