¿Qué estas
sembrando tú?
Todos en algún momento de nuestras vidas hemos
escuchado hablar sobre esta parábola del sembrador. El sembrador salió a
sembrar la preciosa semilla y no vamos a hablar de las semillas, hablaremos de los
sembradores.
Mateo 13: 2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la
barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa.
13:3
Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
Con el solo hecho de Jesús salir y sentarse a predicar, estaba sembrando almas para el reino. Sembrando en buena tierra. (Hacen falta
personas que tengan tiempo para predicar la palabra con amor y sin afanes).
Cuando sembramos en buena tierra, vamos a cosechar
abundantemente. Nos preguntamos ¿Cómo se cuál es la buena tierra donde debo
sembrar?
Es muy fácil, la buena tierra en la que debemos
sembrar es aquella que primeramente nos guía el Señor por medio de su santo Espíritu.
Recordando que debemos ser sembradores permanentes, no solo sembrar para
cosechar. Debemos sembrar para prestar un servicio efectivo a Dios, la
humanidad, nuestros hijos y futuras generaciones.
Muchas veces nos sentimos defraudados porque no
vemos el fruto en los jóvenes, en nuestros hijos, en las personas que amamos.
Esto debe ser relativo, debido a que muchas veces no recibimos nada de ellos,
pero Dios es inmutable y su palabra permanece, dice que si damos recogeremos sobreabundantemente.
También debemos tener un corazón agradecido para
con Dios, Dios ama al dador alegre, Dios nos ama por lo que somos y no por lo
que tenemos.
A todos nos gusta el dinero, pero muchas veces
carecemos de él para ayudar a otros económicamente y esto algunas veces es
bueno, porque nos ayuda a desarrollar un mejor sentido del dar.
Dar con esfuerzo es mucho mejor que dar con facilidad.
Cuando tenemos abundancia y damos, tenemos buenas intenciones de agradar a
Dios, cuando damos con esfuerzo tenemos un corazón agradecido para con Dios.
Muchas veces somos desagradecidos con aquellas
personas que nos acunaron en sus brazos, nos alimentaron, nos ayudaron a lo
largo de nuestra niñez y aun juventud. Que nos amaron desinteresadamente y que
no valoramos porque no teníamos necesidad de retribuirle lo que nos daban por
la razón que sea.
Llega un momento en el largo camino de la vida que
comprendemos todas esas cosas y comenzamos a valorar todo lo que se nos dio y quizás
no podamos retribuírselo a los que nos lo dieron, pero si podemos ayudar y
darles a otros de lo que recibimos.
Dios nos dio el entendimiento, nos dio la
existencia, nos ha dado todo, la salvación por medio de su hijo Jesucristo, nos
amó primero.
El agradecimiento de corazón no se obliga, no se
exige, no se impone, no se demanda y nosotros como humanos, muchas veces lo
hacemos.
Un corazón agradecido hacia Dios es algo de mucha
bendición.
“Personalmente siento un agradecimiento muy grande
hacia Dios. Muchas veces no oro, pero no puedo dejar de sentirme agradecida y
darle muchísimas gracias a Dios por sus innumerables bendiciones. No soy
apegada al dinero de la forma en que otros pueden valorar el dinero. Me siento
feliz cuando tengo para gastar como cualquier otra persona, pero mis
prioridades están en otras comodidades de la vida más que pensar en cómo tener muchísimo
dinero. Veo la bendición de Dios en pequeñas cosas que me dan felicidad, valoro
lo que Dios me ha dado, aun desde antes de conocerlo, porque él ya me tenía en
sus manos. Agradezco la vida que me ha dado de más, agradezco todo y por todo
lo que tengo, he tenido y también lo que tendré si a él le place darlo. Dios ha
sido misericordioso en la salud y en la enfermedad, lo siento a mi lado siempre
y tengo corazón agradecido para con él”.
Dios te bendiga
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