El amor que tu puedes dar

¿Cual es el amor que tu puedes dar?


La biblia en todas sus partes nos habla del amor de Dios, inmenso, maravilloso e inexplicable para nosotros en muchas ocasiones en que hemos recibido su gracia. 

En Jeremías 31:3 Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. 

Apartándonos del amor que Dios tiene por su máxima creación que es el hombre; encontramos el amor de los hombres.

Al pecar Adán y Eva, condenaron a los hombres de todos los tiempos al destierro y la soledad lejos de Dios y su santidad. A no contar con su amoroso cuidado personal y a toda clase de carencia afectiva.

Cuando tratamos  de solucionar problemas afectivos y familiares de todo tipo, nos encontramos incapaces, llenos de lagunas, una total insuficiencia para enfrentar soluciones amorosas que ayuden a salir adelante a nuestros hijos, familiares, amigos y todas aquellas personas que nos necesitan de una forma u otra. 

Nos falta paciencia, perseverancia, ganas de enfrentar el reto que tenemos ante nuestros ojos. Y si nos comparamos con nuestros antecesores muchas veces nos damos cuenta que hemos recibido mucho y damos poco, en aquellas circunstancias en que contamos con las personas adecuadas para ayudarnos en los primeros años de vida y aun en los posteriores.

No debemos juzgar ni tarde ni tempranamente a nadie. Debemos aprender la palabra de Dios para obtener la sabiduría necesaria para actuar. 

Dice en Miqueas 6:6 ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? 

6:7 ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? 

6:8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.

Solamente hacer justicia, aquí nos dice la palabra de una justicia diferente a la que conocemos, la que aplicamos para nosotros y olvidamos usarla con los demás. La justicia de Dios no es como la de los hombres, no la usa para condenarnos, para mostrarnos nuestras faltas, humillarnos, maltratarnos y destruirnos. 

La justicia que quiere Dios es aquella que restaura, bendice, añade y no es para que nos aprovechemos únicamente los cristianos o algún grupo de personas que hacen obras. 

Cuando amamos la misericordia podemos entender al caído, ayudar a levantar al hermano, bendecir al que lo necesita, enseñar al ignorante y todas aquellas cosas que Dios nos ha dado en abundancia. Y que casi siempre hacemos como el hombre que enterró los talentos por temor a su señor, en la parábola de Jesús.

Podemos saber que si nos aceptamos a nosotros mismos, podemos aceptar a todos los demás, sin distingo de colores o de dinero.

Hay muchos ejemplos que puedo dar. Lo importante de ello es lo que nos edifica escuchar lo que nos dice un pastor o predicador desde un púlpito, un ministro de alabanza con su ministración, un hermano en Cristo con su palabra o una enseñanza en internet, etc.

Dios quiere llenar las carencias de nuestra vida, las causas por defecto en nuestra crianza. Quiere que reaprendamos los buenos sentimientos y amor, del que carecimos en mucho tiempo.

No podemos dar lo que no hemos recibido o aprendido. Tenemos un diseño genético
recibido en herencia;  unido a lo que recibimos, desarrollamos y llega el día en que lo dejamos salir. Esto puede ser bueno, malo o quizás inadecuado, falto de amor o amoroso en ocasiones y así unas emociones bien o no tan bien desarrolladas.

Escuchamos decir que para Dios no hay nada imposible ¿Dudamos o dudas tu de ello? en ocasiones si hay dudas y razonamientos que no ayudan a entender o se detiene nuestro crecimiento cristiano momentáneamente,  hasta que salimos de esa circunstancia.

No hay nada imposible para Dios, pero hay un elemento indispensable para que ese imposible Dios lo vuelva realidad. Ese elemento del cual Dios no puede prescindir soy yo misma, tu mismo y todo aquel que espera el milagro, el cambio. Si no disponemos nuestra mente y corazón para Dios el no obra en muchas situaciones. Especialmente aquellas que requieren sometimiento a su voluntad.

Humillarnos ante Dios no es fácil cuando nuestro ego debe ser azotado por nuestra propia concupiscencia y pecado. Cuando nos humillamos ante Dios y dejamos que penetre nuestros más íntimos pensamientos y secretos. Cuando Dios nos muestra lo que debemos cambiar, aceptar y amar.

Hay un orgullo oculto en todas las personas que impide en ocasiones recibir las bendiciones que Dios tiene para darnos. En ocasiones utiliza a personas que impedimos nos enseñen, nos den el alimento espiritual y hasta material que Dios ordena dar.

Dios es el que dirige a sus hijos ha hacer el bien, ayudar a sus hermanos, cumplir con los deberes y preceptos bíblicos. La obra es del Señor y no del hombre, cuando interferimos en lo que Dios quiere hacer, en lo que hace, aunque no tengamos el discernimiento para saberlo y nos sintamos satisfechos, no estamos recibiendo la bendición, el cobijo, respaldo que Dios nos quiere dar.

Recibimos una bendición incompleta, vivimos una vida cristiana a medias, puede llegar una resequedad espiritual, deseos carnales y hasta apartarnos de la voluntad buena, agradable y perfecta de Dios.

En Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Hay amor de alegría, amor de muchas formas no es el amor únicamente de dolor, como el que sentía Jesús en todo el camino y al final del camino del calvario por todos nosotros. El con su único sacrificio y por esa única vez, fue el redentor de toda la humanidad. Si no hubiera amado a los hombres, si no hubiera sido obediente a su padre, estaríamos  inmersos en un mar de muerte eterna.

Dios es un Dios personal, individual, para cada uno de nosotros. Así como un padre ama a su hijo, lo atiende, lo escucha, suple sus necesidades; Dios loo hace con cada uno de nosotros, si lo agradamos, lo buscamos y damos ofrenda como la de Abel, con olor fragante, con todo el corazón dispuesto para Él.

Dios te bendiga

No hay comentarios:

Publicar un comentario