La Biblia y sus enseñanzas
Quizás
pensemos que la Biblia es un libro fuerte para la juventud y especialmente los
niños, pero pienso que en realidad no es así.
Cuando
la Biblia es tradicionalmente usada para lo malo, muchas veces hasta causa
temor leerla y en este caso debemos recordar a Raquel que escondió debajo de su
cuerpo los ídolos que con tanto afán buscaba su padre Labán.
Ella
acepto alejarse de la casa de su padre porque llevaba los ídolos que pensaban
los iban a ayudar a salir de todas las dificultades fácilmente.
Los
personajes bíblicos tienen diferentes matices para las personas de acuerdo a lo
que entienden y leen, se dice que la Biblia es de interpretación
privada. Por eso cuando el Pastor predica cada quien esta entendiendo lo que el
predica, aplicado a su propia vida.
Y también
es donde entra la unción verdadera, cuando un Pastor ve la inquietud de una
palabra en medio del pueblo de Dios; se obliga a enseñarla de forma clara,
entendible o que se entienda y veraz, este pastor aunque no esté en los mejores momentos de su
vida personal, estudia la palabra, lee lo que otros escriben y juzga lo que es
conveniente predicar y lo hace.
Cuando
un niño lee los pasajes del antiguo testamento está aprendiendo lo que dice la
Biblia y lo hace como niño, por eso se
debe dejar que los niños aprendan, de acuerdo a lo que la sabiduría y
entendimiento de la iglesia, donde se congregan las personas responsables de
ellos, les dan alimento espiritual.
Hay
iglesias donde claramente se enseñan ciertas cosas y pasajes bíblicos que
perjudican el lavamiento de culpas y todos esos procesos de sanidad que
incluyen a las personas bipolares y enfermedades que requieren un tratamiento médico
estricto.
Por
eso debemos recordar que cuando el pueblo alaba a Dios hay sanidad y
bendiciones abundantes, la mejor bendición es la salud.
Pensemos en el
ciego Bartimeo, para nosotros ser ciegos ante el pecado y la malicia de
aquellos que no tienen en cuenta sus deberes ante Dios y la iglesia siendo desobedientes; parecernos mejor a Bartimeo el que veía, agradecía a Dios su milagro y no le importó
soltar la capa y gritar desaforadamente ¡Jesús, Jesús hijo de David ten
misericordia de mí! Y aunque lo mandaban a callar el corrió y corrió detrás de Jesús
y gritaba hasta que Jesús le dio lo que el anhelaba: la vista, ver todo lo que había
a su alrededor para no depender de la caridad de las personas.
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